lunes, 23 de febrero de 2009

18 de febrero

Muchas veces tenemos sentimientos, pensamientos o ideas que acabamos rechazando u ocultando sin haber sido exprimidos al máximo. Así quedan estos en el aire o en ese viejo almacén que todos tenemos donde guardamos esas cosas a las que tanto cariño y a la vez tanto miedo tenemos; miedo por ponerlas en un lugar visible, pues corremos el riesgo de que nos despierten a la realidad. Pero no debemos olvidar que lo almacenado acaba pudriéndose y cogiendo polvo, y quizá cuando queramos limpiarlo o repararlo se nos resbale de las manos y se rompa en pedazos, causándonos un gran dolor. Personalmente veo que la libertad tiene mucho que ver con no tener nada en ese almacén; nada que ancle nuestra mirada hacia un pasado que en su día no quisimos abordar como se merecía. Una de las cosas que yo hago para intentar mantenerlo vacío es escribir; ese es mi modo de captar y exprimir cada uno de los sentimientos impulsados por mi curiosidad, tanto malos como buenos, que amenazan con ser pasajeros y abrir esa puerta para coger polvo. Hare lo posible para que estos no sean aparcados y se conviertan en fetiche de “algo que pudo ser”; en su lugar serán materia prima para la construcción de la pequeña casa de mi persona. Este hogar no tendrá tejado, pues frenaría su crecimiento; la lluvia, que tanto asusta a los débiles y así lo construyen, nada puede hacer si el cemento se fortalece con la oración.
Me daba la impresión de que en estos primeros días estaba siendo demasiado descriptivo y no tanto reflexivo; cierto es que lo primero es mas fácil, tanto de leer como de relatar, pero creo que realmente no son las cosas que hacemos, sino como las hacemos lo mas importante de valorar para la construcción de uno mismo. Una personalidad ambiciosa por las cosas que merecen la pena no debe estar formada por una gran colección de experiencias inconexas y carentes de reflexividad, muy útiles para crear envidia en una sociedad basada en el tener como la nuestra, pero cuya función es esconder a una persona huidiza de sus verdaderas preocupaciones y necesitada de admiración por parte de otros. Por eso, siguiendo la metáfora anterior, quiero que se entienda que pretenderé en la medida de lo posible “no dejar cascotes por el suelo”, sino buscar incansablemente el hueco en el que cada uno de estos “cascotes” encaje en la gran construcción de mi persona.
Comencé el día con mi recorrido rutinario por las habitaciones de los adultos. Esta vez tarde mucho menos tiempo, pues había menos encamados que otros días, así que me puse a “hablar” (entrecomillo esta palabra porque incluye tanto conversación, como intercambio de gestos o simplemente observación mutua) con los que veía que estaban mas solos a lo largo del pasillo, que solían ser los mentalmente alterados. Me apetecía bastante ir a bromear con los que saben más ingles y así entretenerme y mejorar mi amarina, pero pienso que los primeros deben ser los principales destinatarios de mi labor aquí, por lo que reprimí este deseo.
Al rato cambie de recinto hacia la zona de los niños con lesión cerebral, menos habladores que los sanos (pues no encadenan tres palabras seguidas), pero más necesitados de cariño. Intente saludar individualmente a cada uno de ellos, pero no llevaba todavía tres cuando una cuidadora me “planto” un gran bol de comida en las manos (arroz, como no) mientras señalaba sonrientemente al mas pequeño en tamaño de los que allí había. Sus movimientos eran algo pobres y lentos y rechazaba la comida simplemente volviendo la cabeza hacia un lado, sin hacer casi ningún gesto con la cara, así que tras cinco intentos frustrados me volví hacia la trabajadora: -Parece que no quiere comer-, le dije –Eshi, bohala engeera bela (Ok, luego comerá engeera)-, me respondió ella, así que me puse con otros, con los que tuve mas facilidad. La verdad es que es una pena que estos niños sean estimulados como debieran, pues tienen un potencial de desarrollo enorme; evidentemente nunca llegarían a ser como uno “sano”, pero si podrían tener mucha mas autonomía. Quizá es por esto por lo que se les coge tanto cariño; además casi todos miran fijamente a los ojos mientras sonríen y rara vez lloran a pesar de tener “motivos” para ello. Muy diferentes a los sobreestimulados niños occidentales.
Después del descanso de mediodía, llegue corriendo del “Internet café creyendo que iba veinte minutos tarde, pero cuando vi allí todo en calma (en comparación con como se suele encontrar a las 15.50. Evidentemente que había gritos y algo de jaleo), me di cuenta de que mi reloj había sido “manipulado” por algún Nino esta mañana, cambiándome la hora. ¡Qué le vamos a hacer!
Me quede observando la conducta de un niño con autismo mientras comenzaban a llegar los demás voluntarios. El primero en llegar fue Gerald, portando como siempre su gorro de explorador al estilo “Gorilas en la Niebla”; seguidamente llego una guapa japonesa que nunca antes había visto; mas tarde una mujer que tampoco conocía, con la que después estuve un rato hablando: se dedica a ensenar alemán a niños de trabajadores de este país que residen en Addis (según me dijo, hay muchos negocios aquí que tienen que ver con empresas alemanas, nunca me lo hubiera imaginado). Mientras pasaba el rato con los pequeños, me percate de que a mi izquierda había una chica que debía tener unos 16 anos, rubia y de piel muy blanca (al estilo escandinavo) que estaba jugando con uno de ellos. Al poco tiempo me puse a hablar con ella: se llama María, vino ayer de Suecia ella sola tras haber finalizado sus exámenes para estar aquí tres semanas; tiene 17 anos. La verdad es que es una chica muy madura para la edad que tiene, por la noche estuvimos Gerald y yo cenando con ella.
Por primera vez desde que estaba aquí iba a cumplir algo que estaba deseando desde el primer día, os parecerá una tontería pero deseaba fervientemente salir a correr un rato, pero nunca encontraba el momento ni el lugar (sinceramente, me resultaba algo incomodo correr por la calle, pues aun andando, siempre notas cientos de ojos mirándote y saludos y gritos dirigidos a ti constantemente; es lo que tiene ser “raro” aquí, supongo). Finalmente, alguien me dijo que había un campo enorme donde la gente practica deporte situado detrás de unas casas de barro, muy cerca de aquí. Las cinco y cuarto me pareció buena hora, así que salí para allá. Lo mas curioso de todo fue que, nada mas entrar en la gigante explanada donde ciertamente había cientos de personas, un chico de unos veinticinco anos se acerco a mi, saludándome e invitándome a correr con el. Entre el fuerte ritmo del etiope y los 2700 metros a los que no estaba nada acostumbrado, este me dejo atrás en varias ocasiones, preocupándose siempre de esperarme cuando se distanciaba considerablemente. Cuando nos paramos quince minutos mas tarde, no dudo en pedirme el email y el teléfono, a pesar de nuestra fugaz relación y en más tarde acompañarme hasta la puerta. Por el camino compre algo de fruta ofreciendo una bolsa de plátanos a mi “nuevo amigo”, que acepto con gusto.
Como ya adelante, en la cena pase un buen rato bromeando con Gerald y la nueva voluntaria sueca. Creo que mi conversación en ingles va cogiendo poco a poco fluidez.
Llegados a este momento me despido con la esperanza de mañana relatar, no un nuevo día, sino la siguiente parte del camino hacia una madurez personal llena de ambiciones, pero no sujeta a ellas. Intentare amarrar este camino a lo que para muchos no es nada: el silencio; este no carece de sonidos, si de ruido; esta atento a lo que pasa, por eso calla, escucha y da forma a todo lo que capta mediante una herramienta no solo única, sino también revolucionaria como es la oración.

2 comentarios:

  1. ey! tito al habla:

    Esto te va a encantar: psicología y religión en un mismo artículo. Disfrútalo tio, aunque le metan un poquillo de caña a la religión, está muy waaaapo:

    http://www.elpais.com/articulo/sociedad/Dios/habita/cerebro/elpepusoc/20090223elpepisoc_1/Tes

    ResponderEliminar
  2. Por mi parte va bien lo de ser más descriptivo que reflexivo. A medida que vas relatando nos unimos a ti en la casa de las hermanas de nuestra querida Etiopía. Pero tu cuentanos lo que te salga del corazón.

    ...je,je, si no conocieramos a los etíopes cualquiera pensaría que has ligado en el campo de deportes.

    Un fuerte abrazo desde el opulento Madrid

    ResponderEliminar