sábado, 4 de abril de 2009

4 de Abril

"En el camino de una vida de oración se vive en el día presente, por lo que si mis decisiones cambian de rumbo o contradicen a otras anteriores, pareciendo incoherentes, no es sino por afrontar una coherente búsqueda de la infinita voluntad de Dios".

Hoy es mi intencion el daros una sorpresa. Como el ultimo dia anuncie, el Viernes (ayer), cambiaba de casa para continuar "mi Etiopia" con la misma intensidad, ilusion y fortaleza que en los anteriores lugares; mi oracion, que no mi debilidad, me decia que era el momento adecuado para compartir los dias posteriores con estos españoles de los que os hable, teniendo siempre en cuenta que todo lo vivido no son experiencias sueltas en mi memoria (o por lo menos eso intento), sino diferentes formas de alimentar la ambiciosa construccion de mi persona. Pues bien, ya tengo todos los datos sobre mi nuevo destino, se llama Galapagar (¿qué animal vivio aqui hace no mucho tiempo que le da nombre?), y los españoles a los que me referia no son otros que mis padres y mi hermano. Ni que decir tengo que hay muchos otros, como seguramente los que estais leyendo estas palabras que tambien habeis influido enormemente en la decision, no de mi regreso, pues segun he dicho antes nada es una vuelta atras en mi vida, sino de la alegre continuacion de esta en la que personas tan especiales jugais un papel muy importante en su futura construccion.

Que decir del dia de ayer; sobre las 21.30, los brothers me llevaron al aeropuerto muy amablemente para despues quedarme yo solo dispuesto a afrontar el largo viaje. En el camino pare en Estambul, lugar donde haria la escala y donde se encuentran las preciosas mezquitas de las que os hable (Santa Sofia o la Mezquita Azul); claro está que tendré que esperar a otro momento para hacerlas una visita. Al final llegué a barajas sin tener a nadie esperándome (¿quién iba a estar si nadie lo sabia?), por lo que cogi el transporte publico en direccion a la Navata con intencion de dar una sorpresa a mi familia por mi llegada repentina. Asi lo hice, cuando oyeron mi voz por el timbre casi no se lo podian creer, y se alegraron de verme entrar con una tarta con la que celebraria con ellos mi cumpleaños.

De ahora en adelante, "mi Etiopia" continua en España, con todos vosotros y lleno de ilusion por seguir escribiendo un diario de la vida, esta vez no en un ordenador, sino en cada sentimiento que se deja vislumbrar ya por el agradable "cara a cara". Así que con esto agradezco a todos vuestro apoyo durante esta etapa tan agradable, cierro el blog y abro mi disposición a disfutar de tantas experiencias enriquecedoras que quedan por vivir con vosotros. Quien quiera contactar conmigo puede hacerlo en gongarzo@yahoo.es, ciruko@hotmail.com o en el 609 65 15 21. No dudéis en hacerlo. Quien quiera también puede seguir mis reflexiones en http://respirarparavivir.blogspot.com/

Muchos abrazos y de verdad espero veros pronto.

Gonzo.

P.D.: Perdón a todos los que os "mentí" estos últimos días diciendo que volvería el 20 cuando ya sabía mi nueva fecha, ¡quería dar una sorpresa!.

miércoles, 1 de abril de 2009

1º Abril

"Crece quien mira dentro de si mismo y suena quien mira fuera"
"Las pequeñas cosas que forman parte de cada casa, de cada familia, deben valorarse en su plena esencia, es decir, como algo grande, como parte de un gran todo compuesto por pequeñas partes que nada significan por si mismas, siendo lo que verdaderamente las da sentido el gran "pegamento" que las une; este pegamento es el cariño con que se hacen. Cuando se hace una de estas cosas sin este "pegamento", esta intenta "encajarse" a toda costa en el gran todo (pues nuestra naturaleza impulsa a ello) golpeando a las demás partes y debilitando su unión"
"Los buenos sentimientos deben alimentarse día a día para que no "se los lleve el viento" como suele pasar con todos ellos. Nadie dijo que sea una tarea fácil, cada uno de ellos es un primer peldaño, "otro primer peldaño" (pues hay tantos de estos como buenas intenciones nos proponemos en la vida; forjadas estas sobre los mismos sentimientos), y sobre él deberán asentarse todos los demás sin importar el momento o el lugar en el que nos encontremos".
Después de estas pequeñas reflexiones que pueden acercarse de algún modo a resumir mi estancia con los MC brothers, os informo que esta está siendo cada vez más fructífera. Reconozco que en un principio no me sentía muy adaptado, pero según va pasando el tiempo noto que encuentro cada vez mi lugar en esta nueva casa.
No tengo mucho tiempo ahora, sólo quiero anunciar que, en contra de mis anteriores expectativas, el viernes "cambio de casa"; "mi Etiopia continúa", esta vez en un lugar al noroeste del país, cerca de la capital, con tres españoles muy simpáticos que están trabajando allí y que hace unos días me invitaron a compartir todo el tiempo que deseara en su casa. Estos no son sisters ni brothers, pero me da la impresión de que con ellos voy a encontrar mi hueco mejor que en cualquier otro lugar. Ya os diré específicamente el lugar al que voy para que "me situéis", pues en este momento no puedo; es un tanto extraño el nombre, me han dicho que tiene que ver con un animal que vivió por allí hace tiempo, también que en el camino haremos una parada en un lugar con dos mezquitas muy bonitas, pero no creo que me de tiempo a verlas. Ya os informaré detenidamente.
Un gran saludo y agradecimientos a todos los que estáis realmente viviendo esto conmigo.

miércoles, 25 de marzo de 2009

25 de marzo

Hola de nuevo a todos, primeramente muchas gracias Tito porque tus comentarios de ayudan muchísimo y a partir del de los MacBrothers me río mucho cada vez que les veo, al final se van a mosquear.
Empiezo relatando brevemente lo acontecido en los últimos días. Desde que llegué de Bahar Dar hasta ayer tuve una "etapa de transición" en la casa de las MC de Seddist Kilo, es decir, en la que comencé mi aventura en Etiopia. En esta, compartí nuevos momentos con antiguos conocidos como Annette la filipina, el bueno de Gerard (que regreso el Jueves pasado a su casa de Irlanda), Susi la Danesa residente en Líbano, aunque también conocí a nuevos voluntarios: Gioela, una italiana de 20 años con la que "conecté" muy bien (no penséis mal), Angelo, un hombre también venido del país de la pizza (por cierto, aquí están muy buenas), este algo mayor que la anterior (tendrá cerca de 50) pero también con un mundo interior que descubrir. Mis actividades durante esta semana anterior no variaron demasiado con las de los primeros días, aunque adelanto que hubo muy buenas experiencias que ahora no tengo tiempo de explicar ("próximamente" en mi diario).
Después de muchos sudores finalmente conseguí que los Missionaries of Charity brothers "me conocieran" tras una de las misas mañaneras de Seddist Kilo para permitirme desde ayer hospedarme con ellos, creedme que no lo ponen nada fácil los MacBro. Llevo apenas 24 horas con ellos pero puedo decir que ha merecido la pena el esfuerzo; me dejan participar de todas sus oraciones y comidas (las hermanas comen siempre solas) y tienen una residencia con unos 300 "niños" con problemas mentales (entrecomillo la palabra “niños” porque la mayoría tienen realmente mas de 20 años, pero creo que se puede deducir porque lo digo), así que de momento estoy como pez en el agua.
Debo ya finalizar, y quiero pedir perdón por la mala redacción de hoy pero es que ya he tenido que repetir el texto una vez debido a uno de los famosos cortes de luz que también son frecuentes en la capital del país y no me queda mucho tiempo, pues debo volver ya. Sólo decir que con esta experiencia con los MC Brothers que acabara dentro de unos días doy por finalizada mi estancia en Etiopia con una muy buena sensación de haberla aprovechado al máximo y de no sólo haber obtenido grandes frutos de ella, sino de seguir obteniéndolos en el futuro. Sólo deseo que, este donde esté, mi Etiopia personal nunca tenga billete de vuelta y siga enriqueciéndose y tomando buena forma con tanto alimento espiritual que principalmente obtendré de todo lo que queda por compartir con todos vosotros, las personas a las que más quiero. Espero de todo corazón ser también digno de ofrecéroslo. Queda menos ya para vernos.

lunes, 23 de marzo de 2009

16 de marzo

De vuelta a Addis Ababa
Mi cita con el conductor del minibus en principio era a las 4 de la mañana en la puerta del hotel, sin embargo, a las 3.05 el móvil sonó inesperadamente. Como buenamente pude lo cogí tras tal repentino despertar y escuché una terrible y apresurada voz que me hizo suponer que era el momento de salir disparado hacia la calle (pues la verdad no entendía un carajo). Rápidamente empaqué las ultimas cosas, desperté al recepcionista para que me cobrara mis dos días de estancia (pues este dormía placidamente en el sofá de la entrada) y corrí a “enlatarme” en aquel viejo furgón rumbo de nuevo a la capital.
Fueron ocho intensas y agobiantes horas en aquella caja metálica conducida bastante temerariamente por un joven del que bien podría decirse que intentaba a toda costa emular a Fernando Alonso, sin embargo, ni sus maneras, ni el triste vehiculo, ni el demacrado circuito etiope, salvo sádicas excepciones, premonizaban un bonito y seguro espectáculo como suelen ser los del gran piloto asturiano. A pesar de todo llegamos milagrosamente sanos y salvos a Addis; creedme que sentí un gran alivio cuando finalmente apago el motor. Un taxista algo más precavido me llevó a la misma puerta de la casa de las MC (Misioneras de la Caridad), la misma en la que pasé los primeros días de mi estancia. Eran en ese momento las 12.45, hora en la que la gente suele estar comiendo o descansando en este lugar, por lo que “pille” a todos mis anteriores compañeros en la pequeña casa de voluntarios: Gerold, Susi, Annette, una nueva y joven voluntaria italiana que se llama Gioela y otro voluntario italiano al que no conocía cuyo nombre es Angelo. Estaban todos menos Hide, el maniático japonés (por un lado agradecí este hecho) y la verdad es que sentí una acalorada acogida por su parte, al igual que por la de los enfermos y las sisters.
Os hablo de los dos nuevos voluntarios, pues es digamos la “novedad” del día de hoy (siempre solemos compartir mucho tiempo juntos todos los voluntarios, por lo que supongo que darán que hablar en los próximos días). Giola es una chica italiana de 19 años que estudia segundo de derecho; se le nota mucha inquietud por tener nuevas experiencias y creo que puedo conectar bastante con ella por la impresión que me ha dado; el otro es Angelo, un labrado viajero de unos 50 anos de pelo blanco y una gran trenza colgando por detrás de su cabeza; me sorprendió su buen manejo del español cuando su principal fuente de aprendizaje solamente ha sido, como él dice, el contacto con voluntarios españoles en Calcuta.
Como no acabe el día teniendo una de las profundas conversaciones con el bueno de Gerold, ya las echaba de menos. Me disgusta que regrese ya el jueves a Irlanda.
Se me olvidaba; me dijo sister Seraphine que en principio los brothers podían acogerme de miércoles a Domingo de esta semana, que mañana me lo confirmaría; cinco días mejor que ninguno, ¿no? Así que, como de costumbre, habrá que esperar última hora para la decisión final.

jueves, 12 de marzo de 2009

11 de marzo

Escribo en esta tristemente memorable fecha para los españoles para contaros un pequeño cambio en mi lugar de residencia. Si todo va bien, espero salir este fin de semana de pequeña y humilde "escapada turística". Mi idea es ir mañana hacia Bahar Dar, una bonita ciudad del norte de Etiopia para día y medio después parar en Gonder que, a pesar de recordar las tenebrosas tierras del señor de los anillos, parece ser un lugar con mucho atractivo histórico. Después de otro día y medio tengo la esperanza de llegar a la casa de los MC Brothers, aunque todavía no es seguro pues está habiendo algunas complicaciones. En último caso iría a la misma casa donde comencé, la de las MC de Seddist Kilo para desde allí "negociar" nuevamente mi cambio a la casa de los Brothers, pues tengo bastante interés en pasar un tiempo allí.
Bueno, no tengo mucho más tiempo para explayarme, así que os dejo escuetamente bien informados hasta la próxima vez que pueda encontrar un "Internet café". Vuelvo a daros las gracias a tod@s los que me seguís habitualmente, no sabéis bien el apoyo que me estáis dando pues confieso que en ciertos momentos siento algo de soledad y "morriña" por estar más cerca de vosotros.
Un fuerte saludo.

sábado, 7 de marzo de 2009

7 de Marzo

Muchos me habéis dicho por email que hace mucho que no sabéis de mi, y es que me resulta muy difícil pasar mucho tiempo delante de un ordenador para pasar los escritos que tengo a mano, pero sabed (para alegría o desgracia) que sigo escribiendo a diario, por lo que habrá una buena ración de vivencias cuando tenga mas tiempo (seguramente no pueda pasarlo todo hasta que vuelva). Aquí en Debre Markos la verdad es que estoy mucho mejor, pues hay muchos menos voluntarios que en Addis y la superiora, sister Ignacia, es una misionera muy activa y simpática, pues cuenta mucho conmigo para todas las tareas del centro. Estuve como único voluntario hasta hace cuatro días que vinieron tres checos: una pareja de novios que se queda hasta el lunes (pues siguen el camino hacia Gonder) y una señora algo mayor que se queda aquí mas tiempo. Ahora me dispongo a hacer un muy breve resumen de mi estancia aquí:
Los primeros días nada más llegar coincidía que era fin de semana, por lo que al ser días mas tranquilos, no tuve mucho trabajo; me sirvieron para adaptarme a mi nueva residencia y lugar de trabajo y tener un agradable contacto con las celebraciones eucarísticas por el rito Gezz y el buen ambiente de oración de las hermanas de aquí. La verdad es que este último punto es con el que más contento estoy, pues las cuatro misioneras tienen mucha atención conmigo y me dejan participar en prácticamente todas sus actividades, por lo que estoy sacando mucho fruto por esa parte, que realmente fue por la que principalmente vine a Etiopia.
En cuanto al trabajo diario, decir que esta semana he tenido el gran privilegio de poder acompañar a las hermanas "en busca de pobres" a los que ayudar en las zonas más miserables de Debre Markos; no tengo palabras suficientes para describir la riqueza que me han aportado estas experiencias, creo que os o podéis imaginar. Otros dos días estuve ayudando con el reparto de comida a familias de la cuidad que venían a ser ayudadas a la casa de las misioneras, y uno de los días el enfermero me dejo "hacer dressing", es decir, curar y vendar las impresionantes heridas con las que viene la gente en todas las zonas de su cuerpo. Todas estas actividades se suelen realizar por las mañanas, que es el momento del día de más trabajo; por las tardes suelo estar jugando o haciendo cualquier tipo de tarea con los niños dentro del propio centro.
Bueno, como os he dicho, esto no es más que un resumen puramente descriptivo; quedan pendientes muchos detalles y reflexiones dignos de tener en cuenta que contaré a aquellos que les interese cuando físicamente pueda. Aprovecho para mencionar a todos los que me mandáis e-mails pues no imagináis la fuerza que me dan y la ilusión que me hacen, realmente noto que estáis acompañándome en esta aventura y nunca dejaré de agradecéroslo. Por favor, no dejéis de mandármelos, sólo os pido paciencia, los responderé lo antes que pueda.
Un gran saludo etiope.

viernes, 27 de febrero de 2009

26 de febrero

Escribo con carácter de urgencia sobre este día, dejando pendientes los relatos de días anteriores para mas adelante; la razón es que ayer me comunicaron mi inminente salida hacia Debra Marcos, una ciudad situada a unos400 Km. al noroeste de Addis Ababa, donde las Misioneras de la Caridad tienen una de sus 18 casas. Me han dicho que allí seré el único voluntario, así que podré disfrutar más de la "vida misionera". Por otro lado me he informado de que es una ciudad muy bonita en medio del paisaje africano, que ya estaba deseando disfrutarlo. El único punto flaco va a ser la posible falta de comunicación vía Internet que tendré con vosotros, así que tendréis que "sobrevivir" sin mis historias etiopienses durante unos cuantos días (algunos darán gracias, ja ja). Bueno, pues solo os pido que me deseéis suerte en esta pequeña nueva aventura. Si alguien se vuelve loco y quiere contactar conmigo, dejo mi numero: 00251913381504, siempre lo agradeceré.
Estos días pasados me pasaron cosas interesantes, como el haber disfrutado de unas buenas nociones de "medicina tropical" de mano de un doctor muy simpático del que ya hable un día, recorriendo los síntomas de todos los pacientes, o el haber recibido a una chica alemana de 23 anos muy simpática aunque algo callada. Algo menos agradable fue el estar en cama un día entero con una gastroenteritis de caballo hace dos días; sin embargo, nada hay que no solucione un antibiótico igualmente digno de este animal que te pulveriza hasta el orgullo. Así que este hizo perfectamente su efecto y prueba de ello es que ahora me acabo de "meter" una buena fuente de arroz con verduras permaneciendo el estomago inmutable.
Un abrazo a todos y nos vemos a la vuelta.

miércoles, 25 de febrero de 2009

20 de febrero

No puedo evitar el comenzar con un par de frases que me han llamado la atención del libro “guía de tratamientos psicológicos eficaces II”. Quede muy sorprendido cuando me di cuenta de que en el tema “tratamientos eficaces en enfermos terminales”, que comencé a leer durante la adoración de hoy (quien iba a decirme que un libro así sirviera para la oración), se relataba algo que puede muy buenamente complementar a la reflexión que hice los días 17 y 18 sobre las diferentes maneras de ver la muerte en las distintas culturas; transcribo literalmente:
“En primer lugar, queremos referirnos a las actitudes frente a la muerte que se mantienen en nuestra sociedad y, por supuesto, en el ámbito sanitario. La muerte es interpretada frecuentemente como un fracaso terapéutico y como un límite al progreso, obviando su carácter natural e inevitable para toda la especie. Recuerda la finitud del ser humano y genera temores que por supuesto implican comportamientos de evitación...”
Dice mas tarde...
“...la vida nos enseña a aceptar la muerte de nuestros mayores, pero nos espanta la incongruencia de la muerte de quien todavía tiene muchas etapas por cubrir... (hablando de los mas jóvenes)”
En cuanto a la primera parte quiero reseñar brevemente un par de cosas: según vemos, señala que el ser humano en nuestra sociedad sufre temores ante la finitud del mismo cuando ve cerca la muerte pues, y esto lo agrego yo, “no esta acostumbrad a ella”. La idea frecuentemente imperante durante nuestra vida es la percepción de un progreso infinito, de una continua renovación de valores culturales, usos e incluso formas de identificación definidas como “mas validas” que las anteriores. Estos son para mi los comportamientos de evitación ante la muerte y ante la percepción de finitud impuestos por nuestra cultura, que nos hacen menos conscientes de que nuestros valores deben ir dirigidos hacia la plenitud del ser, de la persona en cuanto si misma, y no hacia la plenitud de un progreso artificial.
La segunda parte no hace sino completar a la primera. Estos comportamientos de evitación son mas frecuentes cuanto más lejos este la conciencia de muerte; esto, sumado a la percepción del tiempo que “podríamos haber tenido” para contribuir al todopoderoso progreso hace que un fallecimiento en la juventud sea mucho más doloroso.
Ahora me dispongo a seguir por lo que ayer quedo pendiente. Después de estar parte de la noche dando vueltas al tema de Marcus, decidí hacer lo siguiente antes de salir de la habitación (“por lo que pudiera pasar”): arranque una hoja de mi cuaderno, alinee dos billetes en el centro de la misma, uno de 100 y otro de 10 Birr, y la doble tres veces, quedando a la vista un simple papel, que guarde en mi bolsillo. Nada mas llegar al pasillo de las habitaciones, allí estaba el con su cara de tragedia buscándome desesperadamente; le cogí del brazo para llevarle junto a uno de los pacientes con el que solía estar para que actuara de interprete, pues este dominaba algo mas el ingles. Después de unos minutos de conversación saque en claro que las hermanas deben tener la “regla” de no dar dinero a los pacientes, algo que es comprensible a la lógica pues el ejemplo que quieren dar es el de llevar a Jesucristo al mundo a través de los mas pobres entre los pobres, y no el de “casa de subvenciones” (ese es mi razonamiento, puede que haya otro); sin embargo, creo que no es lo mismo si lo hace alguien aisladamente como lo puedo hacer yo. Tras esto me fui a hacer otras cosas diciéndole que luego le vería; me “comí la cabeza” un poco mas hasta que, llegada la hora, fui a la puerta a despedirle. Allí estaba, con su ropa de calle y una pequeña riñonera donde llevaba todo lo que tenía para “sobrevivir en la gran ciudad”; le mire y le pedí que me acompañara a despedir a Gerald, que se encontraba en la zona de los niños. Tras el emocional momento, fuimos caminando juntos hacia la calle principal; cuando ya estábamos a cierta distancia del puesto donde se encontraban los guardas, saque el papel de mi bolsillo y le dije lentamente: -toma, mi dirección y mi teléfono, para que lo guardes- mientras le llevaba su mano hacia el bolsillo del pantalón, no sea que se le ocurriese abrirlo allí mismo. Por su gran abrazo de despedida creo que interpreto que dentro de ese papel había dinero, por lo que me fui seguidamente a la zona de los niños con la conciencia tranquila (supongo). Conté a Gerald detalladamente el proceso e inventamos juegos hasta el mediodía.
La tarde la comencé en el mismo lugar en el que termine la mañana: el recinto de los niños. Estos estuvieron bromeando casi todo el tiempo debido a un gran descubrimiento que hicieron ayer: el que los blancos tenemos pelos negros en el cuerpo.
En la hora de la cena conocí a Hido (así es como suena), un voluntario japonés que lleva desde 2005 yendo de Etiopia a Calcuta y viceversa, ayudando en las casas de las misioneras de ambas zonas. A pesar de que su inglés es algo flojo, me estuvo dando unas cuantas lecciones de filosofía japonesa que pueden resumirse en: “siempre piensa antes de hacer”. Me da que este hombre va a dar bastante que hablar.
Entre sonidos de goteos de tuberías agujereadas y el continuo roer de algún ratón bajo la estantería que tengo a mi derecha, me despido un día más en espera de nuevas sensaciones.

19 de febrero

Hay algo que realmente me preocupa. Como conté días atrás, hay un chico cuyo nombre es Marcus que mañana acaba el tratamiento contra la tuberculosis y va a ser “discharged”, es decir, va a quedar en la calle sin, según el, nada de dinero. Desde hace como tres días lleva buscándome continuamente en cada lugar donde este para recordarme que el Viernes es “el día” y que quiere que le ayude con el transporte hacia la cuidad en la que supuestamente esta la casa de su madre, a 400 Km. de allí. Solo me pide 75 Birr pero no me gustaría que nadie se diera cuenta de que se los doy; eso seria como una bomba en pura expansión y no quiero ni pensar lo que podría pasar. ¿Cómo dárselos discretamente cuando tiene pantalones sin bolsillos, sandalias y ninguna mochila o cartera donde pueda guardarlos? Eso es realmente lo único que me preocupa pues si intenta engañarme y dar algún otro uso menos imprescindible a ese dinero, seguramente yo le daría uno pero y no estamos hablando de una gran cantidad. Bueno, pues mañana tendremos el desenlace (esto parece ya uno de estos culebrones).
Al salir de misa estuve hablando con Rafa (me parece que me dijo ese nombre), un sacerdote polaco que estos días celebra en la capilla. Durante esta me hace mucha gracia cuando pregunta durante la homilía alguna palabra de la que no se acuerda a las sisters, pues no acaba de dominar del todo el inglés.
Por la mañana, aparte de haber recibido una muy buena clase de amarina por parte de uno de los trabajadores (ya comienza a ser habitual), tuve después es privilegio de acompañar a uno de los médicos en su visita diaria a los pacientes. Esto era algo que estaba desde el primer día buscando hacer, pero hasta hoy no encontré un doctor “majete” como este que me explicara pacientemente los síntomas y demás; me dijo entre otras cosas que muchos de los pacientes infectados por VIH y tuberculosis son ex combatientes de las diversas guerras en las que Etiopia ha participado durante el régimen dictatorial que sufrió hace no muchos anos. Hasta me dio una clase de historia etiope. Acabe la mañana en la zona de los niños no sin antes haber sido “captado” nuevamente por Marcus, que me recordó una vez mas la “confianza que tiene en mi” (resulta algo pesado pero se puede comprender).
Tras una intensiva sesión de Internet, decidí ir nuevamente a la zona de los niños. Me encontré que estaban unos cuantos en un aula y, como el profesor estaba algo despistado hablando con Gerold sobre temas seguramente apasionantes, aproveche para llamar su atención con algunos juegos, canciones e incuso pequeñas lecciones de castellano (suena demasiado bien para lo que realmente fue). Finalmente “les saque” al patio para seguir con mas juegos allí.
El día acabo con unas interesantes conversaciones con María y por supuesto con Gerald mientras cenábamos un buen plato de pasta.
Pequeña reflexión sobre este día: lamento haberme perdido la adoración con las hermanas pues tuve que acompañar a María a hacer unas compras; no me arrepiento de ello pero sinceramente note un pequeño vacío cuando llegamos y vi que ya había acabado. Veo todavía muy lejos el día de irme de Etiopia y noto, como por una parte es normal, que mi trabajo aquí no es imprescindible; se que realmente no es así y que lo que hago, que es acompañar y hacer sentirse queridos a los que están solos no es menos importante que lavar ropa, limpiar culos o atender a la salud física de los enfermos (actividades para las que ya hay trabajadores organizados), sin embargo, esto ultimo es algo que paradójicamente se valora infinitamente mas. Acabo lanzando una pregunta: ¿Si estuvieras enfermo hasta el punto de que tu enfermedad probablemente te incapacite para toda la vida, que te molestaría mas: la suciedad o la soledad y falta de cariño?

lunes, 23 de febrero de 2009

18 de febrero

Muchas veces tenemos sentimientos, pensamientos o ideas que acabamos rechazando u ocultando sin haber sido exprimidos al máximo. Así quedan estos en el aire o en ese viejo almacén que todos tenemos donde guardamos esas cosas a las que tanto cariño y a la vez tanto miedo tenemos; miedo por ponerlas en un lugar visible, pues corremos el riesgo de que nos despierten a la realidad. Pero no debemos olvidar que lo almacenado acaba pudriéndose y cogiendo polvo, y quizá cuando queramos limpiarlo o repararlo se nos resbale de las manos y se rompa en pedazos, causándonos un gran dolor. Personalmente veo que la libertad tiene mucho que ver con no tener nada en ese almacén; nada que ancle nuestra mirada hacia un pasado que en su día no quisimos abordar como se merecía. Una de las cosas que yo hago para intentar mantenerlo vacío es escribir; ese es mi modo de captar y exprimir cada uno de los sentimientos impulsados por mi curiosidad, tanto malos como buenos, que amenazan con ser pasajeros y abrir esa puerta para coger polvo. Hare lo posible para que estos no sean aparcados y se conviertan en fetiche de “algo que pudo ser”; en su lugar serán materia prima para la construcción de la pequeña casa de mi persona. Este hogar no tendrá tejado, pues frenaría su crecimiento; la lluvia, que tanto asusta a los débiles y así lo construyen, nada puede hacer si el cemento se fortalece con la oración.
Me daba la impresión de que en estos primeros días estaba siendo demasiado descriptivo y no tanto reflexivo; cierto es que lo primero es mas fácil, tanto de leer como de relatar, pero creo que realmente no son las cosas que hacemos, sino como las hacemos lo mas importante de valorar para la construcción de uno mismo. Una personalidad ambiciosa por las cosas que merecen la pena no debe estar formada por una gran colección de experiencias inconexas y carentes de reflexividad, muy útiles para crear envidia en una sociedad basada en el tener como la nuestra, pero cuya función es esconder a una persona huidiza de sus verdaderas preocupaciones y necesitada de admiración por parte de otros. Por eso, siguiendo la metáfora anterior, quiero que se entienda que pretenderé en la medida de lo posible “no dejar cascotes por el suelo”, sino buscar incansablemente el hueco en el que cada uno de estos “cascotes” encaje en la gran construcción de mi persona.
Comencé el día con mi recorrido rutinario por las habitaciones de los adultos. Esta vez tarde mucho menos tiempo, pues había menos encamados que otros días, así que me puse a “hablar” (entrecomillo esta palabra porque incluye tanto conversación, como intercambio de gestos o simplemente observación mutua) con los que veía que estaban mas solos a lo largo del pasillo, que solían ser los mentalmente alterados. Me apetecía bastante ir a bromear con los que saben más ingles y así entretenerme y mejorar mi amarina, pero pienso que los primeros deben ser los principales destinatarios de mi labor aquí, por lo que reprimí este deseo.
Al rato cambie de recinto hacia la zona de los niños con lesión cerebral, menos habladores que los sanos (pues no encadenan tres palabras seguidas), pero más necesitados de cariño. Intente saludar individualmente a cada uno de ellos, pero no llevaba todavía tres cuando una cuidadora me “planto” un gran bol de comida en las manos (arroz, como no) mientras señalaba sonrientemente al mas pequeño en tamaño de los que allí había. Sus movimientos eran algo pobres y lentos y rechazaba la comida simplemente volviendo la cabeza hacia un lado, sin hacer casi ningún gesto con la cara, así que tras cinco intentos frustrados me volví hacia la trabajadora: -Parece que no quiere comer-, le dije –Eshi, bohala engeera bela (Ok, luego comerá engeera)-, me respondió ella, así que me puse con otros, con los que tuve mas facilidad. La verdad es que es una pena que estos niños sean estimulados como debieran, pues tienen un potencial de desarrollo enorme; evidentemente nunca llegarían a ser como uno “sano”, pero si podrían tener mucha mas autonomía. Quizá es por esto por lo que se les coge tanto cariño; además casi todos miran fijamente a los ojos mientras sonríen y rara vez lloran a pesar de tener “motivos” para ello. Muy diferentes a los sobreestimulados niños occidentales.
Después del descanso de mediodía, llegue corriendo del “Internet café creyendo que iba veinte minutos tarde, pero cuando vi allí todo en calma (en comparación con como se suele encontrar a las 15.50. Evidentemente que había gritos y algo de jaleo), me di cuenta de que mi reloj había sido “manipulado” por algún Nino esta mañana, cambiándome la hora. ¡Qué le vamos a hacer!
Me quede observando la conducta de un niño con autismo mientras comenzaban a llegar los demás voluntarios. El primero en llegar fue Gerald, portando como siempre su gorro de explorador al estilo “Gorilas en la Niebla”; seguidamente llego una guapa japonesa que nunca antes había visto; mas tarde una mujer que tampoco conocía, con la que después estuve un rato hablando: se dedica a ensenar alemán a niños de trabajadores de este país que residen en Addis (según me dijo, hay muchos negocios aquí que tienen que ver con empresas alemanas, nunca me lo hubiera imaginado). Mientras pasaba el rato con los pequeños, me percate de que a mi izquierda había una chica que debía tener unos 16 anos, rubia y de piel muy blanca (al estilo escandinavo) que estaba jugando con uno de ellos. Al poco tiempo me puse a hablar con ella: se llama María, vino ayer de Suecia ella sola tras haber finalizado sus exámenes para estar aquí tres semanas; tiene 17 anos. La verdad es que es una chica muy madura para la edad que tiene, por la noche estuvimos Gerald y yo cenando con ella.
Por primera vez desde que estaba aquí iba a cumplir algo que estaba deseando desde el primer día, os parecerá una tontería pero deseaba fervientemente salir a correr un rato, pero nunca encontraba el momento ni el lugar (sinceramente, me resultaba algo incomodo correr por la calle, pues aun andando, siempre notas cientos de ojos mirándote y saludos y gritos dirigidos a ti constantemente; es lo que tiene ser “raro” aquí, supongo). Finalmente, alguien me dijo que había un campo enorme donde la gente practica deporte situado detrás de unas casas de barro, muy cerca de aquí. Las cinco y cuarto me pareció buena hora, así que salí para allá. Lo mas curioso de todo fue que, nada mas entrar en la gigante explanada donde ciertamente había cientos de personas, un chico de unos veinticinco anos se acerco a mi, saludándome e invitándome a correr con el. Entre el fuerte ritmo del etiope y los 2700 metros a los que no estaba nada acostumbrado, este me dejo atrás en varias ocasiones, preocupándose siempre de esperarme cuando se distanciaba considerablemente. Cuando nos paramos quince minutos mas tarde, no dudo en pedirme el email y el teléfono, a pesar de nuestra fugaz relación y en más tarde acompañarme hasta la puerta. Por el camino compre algo de fruta ofreciendo una bolsa de plátanos a mi “nuevo amigo”, que acepto con gusto.
Como ya adelante, en la cena pase un buen rato bromeando con Gerald y la nueva voluntaria sueca. Creo que mi conversación en ingles va cogiendo poco a poco fluidez.
Llegados a este momento me despido con la esperanza de mañana relatar, no un nuevo día, sino la siguiente parte del camino hacia una madurez personal llena de ambiciones, pero no sujeta a ellas. Intentare amarrar este camino a lo que para muchos no es nada: el silencio; este no carece de sonidos, si de ruido; esta atento a lo que pasa, por eso calla, escucha y da forma a todo lo que capta mediante una herramienta no solo única, sino también revolucionaria como es la oración.

viernes, 20 de febrero de 2009

17 de febrero

En ocasiones, mientras escribo pienso en la posibilidad de que en algún momento me enfrente a la “pagina en blanco”, como hago cada día, sin tener nada especial que contar. Sin embargo, esto no me ocurre por el momento, y espero que así siga.
Tras el habitual comienzo con la misa y el desayuno anglosajón, empecé la ruta por las habitaciones, esta vez le toco la “room 2” ser la primera. Uno a uno fui visitando a cada uno de los pacientes. En cada visita, intentaba “leer” lo que cada uno quería (pues casi ninguno habla ingles) y también tuve tiempo para practicar mis escasos conocimientos de amarina.
Quede muy satisfecho de mi trabajo por la mañana, pues fue la primera vez que pude dedicar algo de tiempo a todos los pacientes “encamados”, que son los que lógicamente, mas falta les hace compañía. Entre mis visitas estuvo el hombre huesudo que ayer tan mal se encontraba; hoy su cara era muy diferente, no sonreía pero tenía una postura “más incorporada” y su cara expresaba más movimiento. Otra de mis experiencias a resaltar antes del mediodía fue cuando en la “room 5” (la de los enfermos mentales), me senté con un señor que contaría con unos 60 anos (tened en cuenta que la esperanza de vida es de unos 45 anos, por lo que esta es una edad muy avanzada aquí), de pelo blanco y muy delgado que no paraba de agitar una sabana sucia (con manchas de heces) mientras hablaba de modo delirante sin ser casi consciente de mi presencia. Note que cuando decía palabras con sentido religioso como “Iesus” o “mesquel” (cruz), su gesto cambiaba radicalmente mientras se escapaban sendos lagrimones de sus ojos. Tras diez minutos de paciente observación, percibí que alguien estaba a mi espalda; era David, el joven esquizofrénico que ayer tanto tiempo pasó conmigo. Aproveche la situación para que me tradujera lo que aquel hombre estaba diciendo: -Dice que los trabajadores no le dejan en paz, que el no quiere tantos cuidados como le dan, pero que a pesar de todo tiene a Jesús y la cruz le ayuda a vivir- dijo David. Seguimos el y yo hablando un tiempo acerca de las distintas “etnias” de Etiopia (de las tres mayoritarias: los Amara, los Oromo y los Tigrei), pero aun cuando la conversación no dejaba de interesarme, notaba como mis parpados comenzaban a pesar (ciertamente, el tono de voz de David tiene un carácter un tanto “anestesiante”), por lo que me levante como pude para “cambiar algo de aires”. No hice sino atravesar la puerta cuando me encontré de frente con Moreno (un voluntario italiano que trabaja de jardinero en el Vaticano): -Prepárate, que dice Francesco que nos vamos ya hacia Asco-, me dijo en “italo inglés”. Os pongo en situación sobre esto último: Francesco es otro hombre alto y de gran barriga también procedente del país del espagueti que, a pesar de su casi total desconocimiento del inglés, se desenvuelve muy bien trabajando y organizando actividades. Esa misma mañana me propuso ir a visitar la casa de las Misioneras de la Caridad del barrio de Asco, situado a 20 minutos de allí en coche y donde casi la totalidad de los pacientes son seropositivos. Este centro, paradójicamente a juzgar por su nombre, si no es el más limpio, nuevo y lujoso de la orden en todo el mundo, poco le debe quedar. Comenzó siendo tan de humilde como los otros, pero se ha desarrollado tanto en los últimos anos (no se exactamente por que motivos), que las mismas hermanas están buscando a algún beneficiario que se haga cargo de el, pues rompe con los fuertes ideales de pobreza que Madre Teresa quería para la congregación. Este cuenta con una clínica totalmente nueva y equipada con un completo equipo medico, tanto técnico como humano (al “estilo europeo”); también tiene un campo de futbol, una granja, dormitorios del mismo estilo que podríamos encontrar en un albergue aceptable y hasta sala de ordenadores.
Aunque Francesco y yo queríamos quedarnos mas tiempo después de la “visita guiada” que nos hizo una de las sisters, no pudimos cumplir tal deseo pues, al parecer, el estomago de Moreno no podía aguantar mas tiempo vacío (luego resulto que la principal razón era que su mujer le estaba esperando para comer, quizá no dijo esto por vergüenza).
A la llegada a Seddist Kilo (en amarina seis kilómetros, la zona donde se encuentra el centro de las hermanas de Addis), tome para comer una aerotortilla con aerotomates (gentileza de Ethiopian Airlines) y corrí hacia el “cibercafé” para luego aparecer por la zona de los niños. Pase casi toda la tarde haciendo carreras entre los niños con silla de ruedas, algo que creo no agrado mucho a las cuidadoras (la verdad es que son un poco serias, además creo que me vacilan, ja ja, que le vamos a hacer).
Ya a las 19.30 y después de una agradecida ducha, pase algo de tiempo en la capilla en la adoración que todas las tardes tienen las sisters durante una hora. Regrese a casa y, después de un suculento plato de pasta (quizá tanto tiempo con italianos a lo largo del DIA me impulse a tal capricho), llegamos al momento actual.
Justo ahora me pongo a pensar en la suerte que tengo yo y mis mas allegados de haber nacido, no olvidemos que de forma casual, en un lugar donde no solo no nos falta la comida y los medios mas avanzados para el cuidado de la salud y la higiene, sino tampoco la posibilidad potencial de recibir cariño; un cariño estable, personal y seguro que es el que nos brindan, sobre todo, nuestros padres y también familiares y amigos. Hache muchos son huérfanos, y son literalmente abandonados en la calle (casi todos los que residen en esta casa), y los que por suerte tienen alguna figura (ya no digo padres), no poseen la seguridad de que el día de mañana una enfermedad mortal no asole fácilmente su cuerpo (digo de una manera evitable actualmente). Por otro lado, aquí el cobro de una pensión o del “paro” es algo cercano a la fantasía. La principal conclusión que saco a raíz de esto es que nosotros, los “occidentales” tenemos por esta razón muchos problemas para “valorar la posibilidad de perdida” de lo que realmente llena nuestra vida, pues no somos del todo conscientes de la muerte; sabemos que existe, claro, pero nuestra cultura nos impulsa a evitar pensar en ella imponiéndonos la necesidad de lo fugaz, de lo continuamente cambiante. Ejemplos de estas “imágenes de la realidad” que se nos presentan para “vivir mejor” los tenemos no solo en el continuo “lanzamiento” por parte de las grandes compañías de productos “cada vez mejores” que debemos adquirir si queremos “estar a la ultima”, sino ya modos de pensar, de identificarnos con estilos de vida que acaben haciéndonos vivir, no con ellos, sino para ellos; así llegamos al “culmen” de la alineación, de la abstracción de nuestra mente, pues dedicamos casi enteramente nuestro tiempo a alimentar una “identidad artificial”, “impuesta” y “vacía”, dejando aparcado el deseo mas intrínseco del ser humano: el cariño expresado en ti en cuanto a los otros. Y podréis comprobar que un modo de vida así tiene sus consecuencias. Aquí en cambio, son mas conscientes de los limites del ser humano, pues están presentes en cada esquina de la calle, en cada familia; experiencias como gente con miembros amputados tendida en el suelo, heridas terriblemente infectadas y niños con la miseria escrita en su cara en las aceras son “algo normal y frecuente de ver” en esta cultura. Es por ello que deduzco que tienen la muerte mas cerca de sus vidas, de su conciencia, y eso tiene una gran ventaja: les hace sentir una mayor necesidad de “vivir el momento”, no como es entendido en nuestra cultura, con momentos “vacíos”, de máximo placer egoísta; sino que viven mas por los demás, aman al ser humano como lo que es, no en la medida de “para lo que sirve”. Quien no ha experimentado alguna vez como algún conocido pide que “no demos detalles desagradables” cuando le estamos contando alguna desgracia, pues esta mas cómodo sin imaginársela; aquí tendría que caminar con los ojos cerrados para ello. Y si alguien quiere “datos objetivos” de esto que digo, solo tiene que venir aquí y ver la amabilidad sincera que se desborda, no solo conmigo (pues se puede pensar que quizá quieren algo de mi por el hecho de ser blanco), sino también entre ellos; el gesto, el saludo, la forma de ofrecerse aquí es diferente y, quizá me equivoque, pero la razón que doy pienso que es la anteriormente expuesta.

jueves, 19 de febrero de 2009

16 de febrero

Después de la misa y el desayuno fui directamente al “room 3” para hacer la visita rutinaria a los que ya empezaban a ser “mis enfermos”. Fue en ese mismo cuarto donde después tuve una conversación muy agradable con unos chicos que estaban temporalmente alojados durante el tiempo que durara su tratamiento. Uno de ellos hablaba algo de ingles y se empeñaba en ampliar mis conocimientos de amarina a la vez que actuaba de interprete de un amigo suyo que quería comentarme algo importante para el. Según me contó, llego a Addis hace un tiempo en busca del sueno de tener un empleo y una vida en la capital, sin embargo, este se torno pesadilla y acabo viviendo en la calle hasta infectarse de tuberculosis, momento en que fue acogido por las hermanas. Al parecer este viernes acaba el tratamiento, quedándose nuevamente en la calle, pues no tiene dinero necesario para pagar el transporte hacia su ciudad, situada a 400 kilómetros de allí. En definitiva, estaba esperando que yo le ayudara dándole 75 Birr (unos 5 euros) para financiarse el autobús. No es que fuera una gran cantidad para mi, pero no quería infringir en principio la regla que tienen las hermanas de no dar nada a los enfermos, por lo que le dije que esperara hasta el propio Viernes. También el improvisado intérprete tenía su historia que contar: hace unos anos se cayó de un árbol, perdiendo con ello gran movilidad en el tronco. Fácilmente puede verse como su columna vertebral esta totalmente deteriorada, sin embargo, me contó que uno de los doctores que atendía a la gente de la casa le llevaría a Estados Unidos a ser operado.
Seguí mi ruta por la zona de los niños, en la que tuve experiencias del todo gratificantes: estaba dentro de uno de las aulas donde dan clase cuando de pronto esta comenzó. El profesor fue uno a uno sacando a todos los niños a bailar y cantar canciones típicas. Los niños tendrían entre 5 y 10 anos de edad y debo decir que el que menos tiene mas ritmo que nadie que yo conozca; fue realmente espectacular.
Ya en el turno de la tarde, después de mi ensalada y de haber tenido un rato de conversación con unas voluntarias italianas, fui nuevamente donde las “rooms”. Nada más llegar me encontré que sister Josafat estaba en frente del número 1, repartiendo las medicinas correspondientes a cada paciente, como hacia cada día. Me acerque y aproveche para preguntarle si necesitaba mi ayuda para cualquier cosa –Ve a la tres y ayuda a comer-, me dijo. Empezaba a parecer que algo había entre mi destino y esa habitación, pues por unas o por otras siempre acababa allí. Tras dar lo mejor de mi para que uno de ellos acabara su plato de lentejas con inyeera (una especial de crepe gigante muy esponjoso y de sabor fuerte con el que acompañan todas las comidas del día), partí hacia el “room 4”. Aquí me llamo mucho la atención un hombre cuyo cuerpo bien podía describirse como “esqueleto apenas rodeado de carne” debido a su extrema delgadez. Se encontraba acompañado de una gran manada de moscas y su cara de moribundo me alarmo. Como tampoco tenia ni suero ni alimento por ningún lado, acudí rápidamente a preguntar a la sister si se podía hacer algo por el –Parece muy débil, ¿le darías con paciencia esta bolsa de leche?-, me pidió ella, a lo que asentí. Después de media de esa bolsa era notable que pareciera otra persona, a juzgar por el gesto y el color de su cara y sus ya parpadeantes ojos.
Al salir de allí me encontré con Gerold, que precisamente venia a avisarme de que en poco tiempo saldríamos a la calle a repartir comida a los que tenían a esta por casa. Este es uno de los “proyectos” impulsados por Anette hace tiempo al que Gerald y ella dedican todas las tardes de los lunes. Llegadas las 18.30, y tras conseguir el permiso de las hermanas para volver un poco mas tarde de lo habitual, salimos en taxi con cientos de bolsitas de Inyeera en busca de “homeless” (el taxista también colaboraba en la operación). Realmente esta fue una experiencia cuanto menos increíble y difícil de encontrar poco satisfactoria. Cada uno tenia preparadas en las manos unas cuantas de esas “bolsitas” para, cuando el conductor parara en puntos clave (donde había mas concentración de “tiendas de campana”, si se las puede llamar así, pues eran cartones o sacos), salir raudos a comenzar la distribución, pues si lo hacíamos lentamente, la gente comenzaba a apelotonarse, resultando imposible discriminar quien puede ser el mas necesitado.
Una vez acabada tal operación logística “antihambre”, que todos valoramos como muy gratificante (a mi por momentos se me encogía el pecho cuando imaginaba la desbordante alegría de toda esa gente cuando tenia ya esa bolsa de simple comida en sus manos), decidimos ir a picar algo a algún bar de allí cerca. Personalmente no me pareció que eso fuera lo ideal después de haber hecho tal cosa, pero el caso es que Gerald se empeñó en invitarnos a un plato de carne de cabra con el acompañamiento de unas frías cervezas para, según decía, celebrar su cumpleaños acontecido 6 meses atrás (sobran preguntas). Ya a las 20.20, cuando llegamos al centro y habiendo despedido antes a Anette (ella se alojaba en hotel), decidimos el viejo irlandés y yo pasar un rato mas (hasta las 9 que sacan a los perros) en la “room 1” acompañando a los enfermos, que se encontraban despiertos en la cama.
Por fin regresamos a nuestra casa, ciertamente algo cansados pero no lo suficiente para tener una de nuestras ya habituales largas conversaciones, que se prolongo hasta que Gerald decidió irse a la cama, quedándome yo un rato mas con mi compañero de noche: mi cuaderno.

15 de febrero

Al parecer las hermanas están algo preocupadas por unos supuestos robos que están aconteciendo en el centro. Esta mañana vinieron a comprobar como teníamos Gerold y yo la casa de los voluntarios (pues somos sus únicos ocupantes), aterrorizándose al ver que teníamos puertas y ventanas abiertas durante todo el día. Desde entonces impera la ley de “todo cerrado a cal y canto” (la puerta no se puede cerrar con llave pero se deja entornada).
El día comenzó con la misa Dominical, con la que las hermanas hacen una excepción retrasando su comienzo media hora en comparación con los demás días; quizá para dar pie a un pequeño festín de sueno en el día mas importante de la semana. Hoy se celebra la presentación del Señor en el templo, que seguí perfectamente con mi útil y practico misal en ingles.
Tras un buen desayuno de muesli con yogur y plátano, Gerold se marcho a la calle a ayudar a dos niños que actualmente viven en ella. Estos vinieron a la capital hace unos meses con la expectativa de encontrar un buen sueldo “de cuidad”, pero como muchas veces ocurre, la realidad fue mas pesimista que dicha expectativa. Durante unos días estuvieron alojados en casa de las hermanas (desconozco las razones por las que ahora no, quizá porque acabaron el tratamiento de alguna enfermedad que tuvieran), y según me cuenta Gerold, durante la celebración de una reunión que hace dos semanas tuvo la Unión Africana (de la que Addis es sede), fueron llevados a prisión al igual que muchos pobres de la calle, suponemos que debido a una poca ortodoxa manera del gobierno de dar una buena imagen de su país hacia el exterior.
Mi “día laboral” comenzó en la “room 3”, pues quería ir a ver al hombre que ayer tanto jadeaba de sufrimiento. Entre y no vi a nadie en su cama, por lo que me acerque al que se encontraba inmediatamente a mi izquierda y le pregunte: -¿Sabes algo de el?- dije señalando la cama vacía. Este, elevando lentamente el dedo índice hacia el techo respondió: -Ahora esta en el cielo, anoche murió-. Al acabar de escuchar esto note como mi corazón dio un pequeño vuelco. Sabia que esto desgraciadamente no es poco frecuente aquí (tened en cuenta que ahí mas de mil personas alojadas, muchas de ellas gravemente enfermas), pero quizá era demasiado para mi segundo día. Hice mi breve plegaria de silencio y, mirando a los ojos a la persona por la que me había enterado de tal suceso, note como me pedía con gran gesto de dolor que le masajeara sus piernas semiparalizadas. La vida debe continuar, así que me puse a ello. Tras diez minutos de un inexperto pero agradecido masaje, me levante hacia la cama situada junto a la del fallecido, en la que un hombre muy delgado y de pelo canoso esperaba que alguien le acompañara. Me senté junto a el y, después de saludarnos como pudimos, note como un clavo una penetrante frase en mis oídos: -touch me, touch me-, dijo mientras señalaba a sus esqueléticas e inmóviles piernas. Me pareció imposible que me hubiera visto haciendo eso mismo que me estaba pidiendo al paciente anterior, pues estaba con los ojos cerrados (¿casualidad?), aun así comencé a pasar mis manos delicadamente por encima de las vendas que cubrían sus extremidades inferiores. Según lo iba haciendo y cada vez que ampliaba el masaje a una nueva zona, podían percibirse en su rostro profundos gestos de dolor (quizá porque hacia mucho tiempo que esa zona no recibía estimulación alguna), sin embargo, me pidió que no parara –Tomorrow more, please- escuche salir de sus labios cinco minutos después. Asentí amablemente y me despedí de el. Pasando a la siguiente cama me encontré con un enfermo que estaba recibiendo una visita, quizá de un familiar. Nada mas acercarme, el visitante se aparto de un salto, lo que me hizo sentir como un medico o fisioterapeuta en mi revisión rutinaria. Con un gesto le indique que se acercara de nuevo y volví mi cabeza hacia el encamado -¿Cómo estas?-, le dije -Mal, ya soy muy viejo, tengo 63 anos-, respondió como buenamente le dejo su labio carcomido por la lepra –La juventud verdadera no esta en el cuerpo, sino aquí- replique golpeando su cabeza repetidas veces con el dedo. Ambos sonrieron. Viendo que estaba bien acompañado, me fui hacia otro lugar. Me llamo también la atención otro paciente que me pedía insistentemente que le acercara una toalla; se la di y rápidamente comenzó a frotársela por la cara, pudiéndose notar un gran alivio en su gesto. No fue solo una, sino muchas veces a lo largo de esta mañana en las que vi que pequeños detalles provocaban la más sincera sonrisa.
Tras unas cuantas “visitas” mas se hicieron las 12, hora en la que saldría a enviar algunos emails y a por algo para comer. Medio kilo de aguacates, otro medio de tomates y una bolsa de espaguetis no alcanzaron los 20 Birr. Cuando fui a entrar de nuevo en la casa cual fue mi sorpresa cuando me di cuenta que habían cerrado la puerta con candado. No abrirían hasta las 15.30 y todavía quedaba una hora, así que fui a “hacer tiempo” dando un paseo. No di apenas cinco pasos cuando oí una voz a mis espaldas: -Hola, ¿estás donde las misioneras?-. Me di la vuelta y vi un grupo de tres niñas que me miraban muy simpáticamente. –Si, ¿vosotras también?-, respondí –Si, estamos en la zona de los huérfanos-. Me pareció bien acompañarlas a la cafetería donde se dirigían. Después de disfrutar un siempre buen café etiope, llego la hora de irse. Café para 3 personas por 6 Birr hacia que no tuviera mucha excusa para no proponer mi invitación, que aceptaron en la segunda insistencia.
Después de tomar una buena ensalada de tomate con aguacate y queso, marche hacia la zona de los enfermos. Pase casi toda la tarde hablando con David, un chico de unos 36 anos con el que había trabajado dos anos atrás en la casa de las misioneras de Goba, a unos 400 kilómetros de allí. Ya había notado el día anterior que hacia movimientos involuntarios con la cara y las piernas (fruto probablemente de alguna medicación antipsicótica) que no recordaba haber notado cuando le conocí –¿Estas tomando algún medicamento?-, le pregunte –Si, clorpromazina y haloperidol, es que soy esquizofrénico-, me dijo sin ningún miedo de reconocerlo. Seguidamente mi curiosidad fomento que tuviéramos una larga conversación sobre los detalles de su enfermedad. El en todo momento se sintió bastante cómodo hablando de ello; quizá se definía a si mismo como “loco” con demasiada normalidad, algo quizá no muy positivo para una buena rehabilitación, sin embargo, era notable su alto nivel de inteligencia y memoria, recordando datos prácticamente imposibles para la población media. Terminamos nuestro encuentro con una pequeña pero productiva clase de amarina, conmigo evidentemente como alumno. No perdí detalle de ella, pues quiero aprender a manejarme mínimamente con este curioso idioma.
Tras un rato de oración en la capilla con el Santísimo expuesto (todas las misioneras del mundo exponen el cuerpo de Cristo en el altar todas las tardes durante una hora, en la que rezan el rosario y entonan diferentes cantos; es una experiencia digna de no perderse), salí a la calle, cámara de video en mano, con la intención de filmar discretamente por las calles de Addis Ababa. Finalmente no tuve mucho éxito, pero aproveche para comprar unas empanadillas de lentejas (muy típicas aquí) para la cena. Costaron 1,5 Birr cada una.
Llegue a cas y allí estaba Gerald, que comió una de mis empanadillas con mucho placer. Como era de prever, compartimos un largo e intensivo rato de conversación acerca de todo tipo de temas. Me contó entre otras muchas cosas que estaba pensando en comprar un taxi (35.000 Birr) a un etiope al que estaba ayudando a “salir de la miseria”, para que pudiera ganarse la vida de algún modo.
Alcanzamos finalmente el momento actual, en el que mientras escribo me debato entre si dedicar seguidamente un tiempo a leer neuropsicología o definitivamente sucumbir a los encantos del saco de dormir. Probablemente será esto último.

miércoles, 18 de febrero de 2009

14 de febrero

Sobre las 12 me desperté y estuve luchando contra la pereza una media hora mas para ya ponerme a hacer algo útil. Salí de la habitación y un sonido de freír de sartén llego a mis oídos. Entre en la cocina y allí estaba Anette, la simpático filipina- estadounidense preparando un sofrito de carne de vaca con pimiento, cebolla y algo mas que no pude identificar; -Pondré un plato mas en la mesa, las hermanas acaban de matar una vaca y nos han dado algo de carne- me dijo con su gracioso acento americano. Yo, ante tan suculenta oferta y, a pesar de haberme metido entre pecho y espalda un bocadillo de jamón con tomate que mi madre me preparo para el viaje, no pude más que sucumbir. Resulto tener muy buen sabor a pesar del picante y lo poco tierno de la carne; Anette se había ganado por el momento mi titulo personal de cocinera mayor. Durante el banquete, me contó detalles interesantes sobre su ocupación aquí; es enfermera y utiliza sus conocimientos para curar y controlar a los pacientes; además tiene una serie de “proyectos”, como el dar de comer a la gente de la calle un día a la semana y proporcionar soporte económico a un par de familias de Addis, sin embargo, lo que mas me impresiono es que hace tiempo que sus fuentes de ingresos son únicamente las donaciones que consigue de gente como Gerald, familiares y amigos suyos. Una mujer interesante.
Por fin llego el momento de “ponerse a currar”. Me propuse empezar por la zona de los niños con lesión cerebral, que esta situada en un recinto diferente al de los adultos. Tenia curiosidad por ver a los niños a los que tanto tiempo había dedicado hace casi dos anos en la primera vez que estuve aquí. Esa vez vine con otros veinte españoles mas, a petición de las hermanas, para ayudar en la aplicación de una terapia a estos mismos (esta se sigue actualmente aplicando por los voluntarios de la casa y cada mes de Agosto acude otro grupo de españoles a revisarla. Fue una buena iniciativa, la verdad, pues estos pequeños necesitan mucha estimulación que hasta ese momento no recibían).
Nada mas cruzar el portón de entrada, decenas de niños que correteaban por todo el recinto pusieron su mirada en mí y muchos de ellos se acercaron a saludarme, a tocar los botones del reloj que llevaba o simplemente a mirarme más de cerca. Arrastrando literalmente a un par de ellos finalmente conseguí llegar a la “jaula” (lo llamo así cariñosamente, es una sala separada del resto del patio por una verja) en la que se encontraba mi objetivo: los niños con lesión cerebral. Comencé a rastrear la zona en busca de rostros familiares, percibiendo algunos de ellos. No podía acordarme de la mayoría de los nombres, pero puedo decir que estaba Francisco, el pequeño hidrocefálico (fácil identificarle), y un par de niños a los que había tratado mas directamente con Jorge, mi compañero por esos tiempos. Salude por separado a cada uno (unos 20 o 30) y pedí a las cuidadoras que me dieran algún cuenco con arroz (pues era ya la hora de comer y estaban repartiéndolos) para dárselo a quien me dijeran.
Habiendo repartido pacientemente tres “bols” me fui hacia la sección de los adultos para ver si había allí algo que yo pudiera hacer. Mientras caminaba no hacia otra cosa que saludar a etíopes que se encontraban a lo largo del pasillo que conducía hacia mi destino, supongo que por cuestión de mendicidad; -Salam!, Salam!, Denane! (hola, hola, ¿como estas?), no paraba de escucharse. De lejos pude ver a la sister Josafat. Me acerque a ella para preguntarle donde podría ser útil y amarrándome del brazo, me llevo a la “room 3”, donde se alojaban los enfermos de Sida, ya que había uno de ellos que no parecía muy bien. De pronto me encontré frente a un hombre de unos 60 anos que no paraba de jadear haciendo notar un gesto que inconfundiblemente hacia interpretar un profundo dolor en su cuerpo. –Quédate con el, ahora le cambiamos- intervino la sister francesa. Me quede mirándole fijamente poniendo mi mano encima de su pecho, pues pensaba que así podría compartir de mejor manera su dolor. –Vamos allá- interrumpió Josafat, encargándome que cogiera una sabana limpia del armario. En este momento agradecí el haber aprendido a como cambiar fácilmente y molestando lo menos posible a un enfermo que se había hecho sus necesidades en la cama. La extendí a un lado de esta, volteando a este hacia el costado contrario para acto seguido invertir el giro y acaban de meter la sabana.
Habiendo pasado algunos minutos mas allí, Salí hacia las “rooms” 1 y 2, las de los pacientes con malaria, fiebre amarilla y tifus. Pero en mi camino vi una cara conocida; era uno de los trabajadores que conocí la vez anterior. Concretamente éste pasó una mala época coincidiendo con mi estancia, pues esos días fue diagnosticado como seropositivo a raíz, como luego me contó, de un profundo corte que se hizo con un cuchillo infectado. Tras saludarnos paso a enseñarme de cerca cada una de las secciones de la casa; fuimos poco a poco viendo los cuartos de enfermos de poliomielitis, ancianos, amputados… Y acabamos por un largo corredor de habitaciones donde estaban los “TB” (o “TV”, pues por la pronunciación inglesa no se distingue, haciendo pensar de lejos en algún trastorno relacionado con la “caja tonta”), abreviatura con la que identificaban a los tuberculosos.
Siendo ya casi las 6 de la tarde, partimos hacia la casa de este chaval, pues insistió en enseñármela. Nos pusimos de camino y en menos de dos minutos llegamos a una zona con casas como de barro un tanto destartaladas. De pronto se paro –Aquí es- me dijo señalando una puerta que estaba a punto de caerse –Pasa-. Me encontré al entrar con una habitación de no mas de siete metros cuadrados, “amueblada” con dos armarios en la entrada y tres camas dispuestas a modo de U invertida, en las que tres personas conversaban sentados encima. Me senté con ellos y picado por la curiosidad, comencé a hacerles preguntas acerca de su modo de vida; se pueden resumir en lo siguiente: esa habitación era su casa, los tres que vivían en ella eran trabajadores en la casa de las hermanas, donde comían y utilizaban el cuarto de baño. Dos de ellos pagaban su alquiler tocando a 150 Birr mensuales cada uno (cada euro son entre 14 y 15 Birr). El que no pagaba estudiaba “business”, otro de ellos turismo y “mi amigo” no estudiaba. Hablaban ingles bastante bien.
Tras nuestra interesante conversación, salimos a la calle. Era ya de noche y debía ir a comprar agua y algo para el desayuno. Mi amigo insistió en acompañarme. Mientras caminábamos también salieron también interesantes temas –¿Tienes novia?- le pregunte. -No, no puedo- me dijo con gesto de preocupación. –Es por mi enfermedad-. –Pero, ¿qué tiene que ver?- le respondí –Seguro que hay alguna mujer que respete eso, ¿no?- respondí. Mirando al suelo, negó con la cabeza, por lo que comprendí que era el momento de cambiar la conversación. Hice mis compras: agua y galletas es lo que pude encontrar (pretendía comprar también manzanas, pero ¡me pedían 40 Birr por una bolsa de cuatro!), así que una noche mas comería de lo que Gerald me ofreciera.
Rechazando gustosamente mi ofrecimiento de invitarle a algo, mi amigo (pondré el nombre cuando pueda recordarlo) se despidió sonrientemente debajo del marco del portón color azul cielo de la casa de las hermanas y se fue. Ya en la casa de los voluntarios me encontré con Gerald, de quien me di cuenta que gusta mucho el tener largas conversaciones (lo que no me viene nada mal para practicar el ingles). Tras comer de la “aerodinner” que había cogido de la cocina (las aerolíneas etíopes dan bandejas de comida de avión a las misioneras como donativo, de ahí el nombre), comenzamos a contarnos lo que habíamos hecho en el día, además de tocar ciertos temas filosóficos que siempre fomento con gran interés. Una vez exprimidos los temas del día, me di una ducha en la letrina- shower de la calle (por lo menos esta caliente) y me metí en la cama.
La verdad es que el centro de las Misioneras de la Caridad de Addis Ababa esta en muy buenas condiciones teniendo en cuenta las posibilidades del país. Los pacientes, aun ser mas de mil personas diarias, están muy bien atendidos y aseados, y a pesar de no contar con los últimos adelantos en sanidad y confort, tienen medicamentos suficientes y una cama por persona, lo cual no es poco. Además hay agua caliente y WC “no letrina” en la casa de los voluntarios, algo que puede considerarse un lujo en Etiopia. Annette me dice que soy un privilegiado por ser aceptado por las hermanas a dormir en el centro, pues a nadie o casi nadie se lo permiten –¿de dónde te viene el enchufe?- me pregunta, así que sacie su curiosidad contándoselo.
Ya les he dicho a las hermanas que pueden mandarme a cualquier centro donde necesiten mi ayuda. Yo aceptare con gusto estar en cualquier lugar de Etiopia durante estos dos meses, incluso pasarlos íntegros aquí en Addis.

martes, 17 de febrero de 2009

13 de febrero

En Ataturk (aeropuerto de Estambul)

El viaje desde Madrid hasta Estambul se hizo quizá algo pesado; en cada intento que hice por dormir siempre intervenía algún grito inoportuno de un joven turco del grupo que tenia en los asientos de al lado.

Llegue al aeropuerto de Estambul, donde ahora me encuentro, esperando sentado la llamada del embarque en frente de un cartel en el que se puede leer: “Addis Ababa, salona guidini”, que en turco significa: “espere en la sala” (puede parecer que domino algo el turco, pero si se tal significado es porque a los pocos segundos el cartel luminoso cambia de idioma). El recorrido desde que abandone el avión anterior hasta mi posición actual no fue del todo fácil, tuve que pasar por arriesgadas pruebas intentando comunicarme con varios turcos de no muy buen carácter (algo que, según mi experiencia, es común en casi todos ellos), pero al fin “vi la luz en la oscuridad” (sin mala intención), cuando de lejos divise a un grupo de personas de raza negra que bien parecían etíopes, algo que confirme al ver parcialmente los pasaportes que sostenían en la mano. De esta manera ahora me encuentro en la espera, con la belleza de ese país paseándose en frente de mí mientras mi cabeza todavía se encuentra lejos de allí. Algo poco usual a mi derecha ocupa mi atención en este momento: un chico etiope actúa de forma acaramelada con una chica de unos 28 anos de aspecto “tipical english”, es decir, no demasiado delgada, con gafas, sonrisa a lo Ms Doughtfire (se que no se escribe así) y piel mas blanca que la nariz de Maradona (mi imaginación en estos momentos podría pasar a ser delirante). Bromas aparte, también me sorprendió el alto número de personas de raza blanca preparadas para coger el mismo avión que yo. Llaman al embarque, la recta final.

Primer contacto (ya en Addis Ababa)

Al salir del aeropuerto y después de líos y desesperaciones por temas de cambio de moneda, visado, maletas, controles, etc., un hombre no muy alto y de Buena apariencia se acerco a mi con tal confianza como si de niño me conociera, con una amplia y amigable sonrisa – Hola, necesita un taxi?, donde va?-, me dijo. Yo, que comenzaba a olerme la jugada, me hice un poco el loco diciendo: -En principio no; cuanto costaría uno a Seddist Kilo?-. Me contesto al momento: -Ah!, ¿donde las Misioneras de la Caridad?, pues te hago un precio especial por ello: 70 Birr-. Mirándole con cara de sorpresa le respondí: ¿70 Birr? ¡Un precio de caridad nunca subiría de 50!-. Así, tras varios intercambios de sutiles frases acordamos la cantidad de 60. ¡No podía ser sino regateando mi primera conversación en Addis!

Muy amablemente, el hombre me agarro la maleta más grande que llevaba, cargando con ella hasta la zona del parking, que estaba “poblado de taxistas “hambrientos de clientes”. Tras asistir expectante a un largo discurso por parte de mi acompañante a estos últimos, el que parecía el mas joven de ellos se acerco a mi con un coche destartalado del que daba casi grima abrir la puerta. Me ayudo con el equipaje y nos pusimos en marcha.

Sin intención de mostrarme pretencioso, mi curiosidad impulsaba mi persona a hablar con el conductor, el cual dominaba bastante bien el inglés, por lo que según nos alejábamos del aeropuerto fui lanzándole algunas preguntas que, muy educadamente me fue contestando. Estas versaban sobre las horas que diariamente trabajaba (decía que todas), lo que cobraba (no me lo dijo), el lugar que vivía en Addis, etc.

Finalmente, tras varios titubeos por encontrar dificultad en identificar la recién pintada puerta de la casa de las misioneras, llegamos a nuestro destino. Eras las 5.15 aproximadamente. Sinceramente, no llego a sorprenderme la amabilidad del joven (puede decirse de manera muy general que en esto son casi opuestos a los turcos) que, a pesar de haberme confesado que 60 Birr era muy poco dinero para una carrera tan larga (además ya se los había dado, pues se podía pensar que estaba allí esperando una posible propina), no dudo en ningún momento en esperar hasta quedarse seguro de que me quedaba “al cuidado de alguien”. De esto, entre otras cosas, deberíamos aprender de ellos los occidentales.

Ayudado por el guarda de la casa, que como el anterior cogió mi maleta más grande, rápidamente corrimos rampa abajo hacia la casa de los voluntarios, donde en principio me hospedaría. Para llegar aquí había que dar un rodeo al edificio de los enfermos, atravesar la gran cocina de leña y recorrer un largo pasillo hasta sobrepasar una pequeña puerta que impedía en paso del perro guardián durante la noche. En frente de la puerta, mi acompañante comenzó a gritar algo como: -Gerard, Gerard!- (según podía entender), supuse que seria el nombre de alguno de los voluntarios que allí hubiera... En efecto, a los pocos segundos se oyó el girar de la llave y la puerta se abrió dejándose ver la imagen de un hombre de rostro legañoso de unos cincuenta o sesenta anos que, con una gran sonrisa en la cara (a pesar de su reciente e inminente despertar), me invito a pasar, enseñándome lo que seria mi cama. Al rato descubrí mas datos acerca de el; realmente su nombre era Gerald, un irlandés de zona rural procedente de un pueblecito de 2000 habitantes a pocas horas de la cuidad de Cork, al sur de Irlanda que, haciendo honor a la hospitalidad que caracteriza a este tipo de gente, me ofreció previa presentación una taza de te a la que, visto que ya no quería irse a dormir, no hice ningún feo. Taza en mano seguimos hablando de nuestras ocupaciones, el tiempo que íbamos a estar allí, etc. hasta que se hicieron las 6.20, hora limite de salida si queríamos llegar puntuales a la misa, que comenzaba a un media. La capilla se encuentra en el mismo recinto, cerca de la entrada. En el camino vi de lejos a una de las “sisters”, que llamaba la atención además de por su precioso hábito, al que ya voy acostumbrando mi vista de tanto tratar últimamente con ellas, por el pálido y a la vez bonito color de su piel. Me acerque a ella y como no, su mirada transmitía la alegría que todas ellas tienen que, con el añadido personal de sus grandes ojos azules, activo en mi cara una sonrisa similar de manera casi automática. Era Josafat (no creo que se escriba así, pero así suena), la monja francesa de la que me habían hablado José María y Luis, dos amigos sacerdotes. Me presente a ella poniéndome a su disposición y a la del resto de las hermanas para aquello que pudieran necesitar, como y donde fuera en el tiempo que estuviera allí. Después de la misa salude a alguna más de ellas, las cuales casi me obligaron a que me fuera directamente a la cama a descansar. Así lo hice, pero no sin antes haber participado gustosamente en un gran desayuno al estilo Americano, compuesto de muesli con yogur, mermelada untada en panecillos y todo acompañado de un buen tazón de café etiope tostado delicioso, cuya cafeína no fue capaz de evitar que cinco minutos después, cayera en brazos del viejo colchón

domingo, 15 de febrero de 2009

Presentación

Me presento para quien no me conozca o para quien no me conozca lo suficiente: soy Gonzalo, un chico de 24 años que tiene la intención de relatar en este blog el día a día de su pequeña experiencia misionera de algo mas de dos meses en Etiopia con las Misioneras de la Caridad de la Madre Teresa de Calcuta. No es mi objetivo el recrearme en mi persona, algo que pretenderé evitar, sino el mostrar como la principal meta del ser humano no debe estar relacionada con lujos materiales, o búsqueda de poder o seguridad económica, máximas imperantes en nuestra cultura occidental llamada "desarrollada", sino con valores en relación con la entrega total del "si mismo" a los demás, siendo el amor y no el dinero la meta principal que todo ser humano con ambición hacia una plena felicidad debe perseguir. Y digo plena sin miedo a caer en utopías, pues esta palabra quedo sin sentido desde que Dios decidió regalarnos la vida eterna con la Resurrección.